A todo largo de la vida amorosa las figuras surgen en la cabeza del sujeto amoroso sin ningún orden, puesto que dependen en cada caso de un azar (interior o exterior).
En cada uno de estos incidentes, el enamorado extrae de la reserva el tesoro, de figuras, según las necesidades, las exhortaciones o los placeres de su imaginario.
Cada figura estalla, vibra sola como un sonido separado de toda melodía o se repite, hasta la saciedad, como el motivo de una música dominante.
Ninguna lógica liga las figuras ni determina su contigüidad: Las figuras están fuera de todo sintagma, fuera de todo relato, se agitan se esquivan, se apaciguan, vuelven, se alejan sin mas orden que un vuelo de mosquitos.
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