jueves, 19 de mayo de 2016

MEMORIA TRAUMATICA Y PSICOSOMATICA


Es difícil discriminar un recuerdo traumático de un recuerdo desagradable, la palabra “trauma” de tanto usarla se ha convertido en una especie de comodín banal que la mayor parte de las veces nada tiene que ver con lo que en psiquiatría se conoce como TEPT (trastorno por estrés postraumático) cuyos sintomas principales son los siguientes:

§  Experimentación de al menos un episodio extraordinario de carácter intenso y dramático.

§  Re experimentación del trauma y flash backscomo si” el tiempo no hubiera transcurrido.

§  Sueños repetitivos sobre el acontecimiento traumático e hipermnesias.

§  Evitación persistente de los estímulos asociados al trauma.

§  Insomnio, ansiedad, depresión o trastornos psicosomáticos con comienzo asociado al evento traumático.

Lo cierto es que el desarrollo o no de un TEPT tiene mucho que ver con la interpretación que cada cual da a un acontecimiento traumático y poco o nada tiene que ver con el acontecimiento en sí mismo. Es natural que ciertos acontecimientos graves e intensos (como un terremoto o un desastre natural) provoquen TEPT en casi todo el mundo, pero no todo acontecimiento desagradable se convierte en TEPT. Así la pérdida de un ser querido puede provocar tan solo un duelo simple en la mayoría de personas, un TEPT si se pierde en condiciones dramáticas o en otro tipo de situaciones inusuales o casi nada en la mayor parte de las ocasiones cuando la perdida -por así decir- está ya cantada o es esperable.

Y aquí se encuentra una de las claves que diferencian a los simples recuerdos desagradables de la memoria traumática.

¿Qué diferencias existen entre ambas?

Los recuerdos están destinados al olvido (al erase o borrado) tanto los agradables, los neutros o los desagradables, pero los recuerdos traumáticos tienen muchas dificultades para evacuarse de la memoria y no se borran, decimos de ellos que se extinguen. Sucede por una razón curiosa: los recuerdos traumáticos quedan fijados a nuestra memoria con mayor intensidad que los recuerdos neutros o las impresiones agradables y lo hacen porque generan mayor cantidad de sinapsis y conectividad, mayor densidad de espinas dendríticas y mayor síntesis de proteínas. Es precisamente esta síntesis de proteínas la responsable de que el trauma se comporte como un cuerpo extraño, como un chicle.

A mayor síntesis de proteínas mayor consolidación de los recuerdos.

Pero hay más porque los recuerdos normales también se consolidan, basta con recordar aquella tarde de primavera en que besamos por primera vez a nuestra novio, aquella escena de juego en el patio con nuestros amigos de infancia o aquel gol que marcamos en un día cualquiera de colegio a un portero más alto que nosotros. Estos recuerdos también se han consolidado y lo han hecho de una forma fisiológica: pasando del hipocampo a la corteza cerebral.

Los recuerdos que se ubican en la corteza cerebral son precisamente aquellos que ya se han consolidado hasta que alguna enfermedad degenerativa los borra, eso sucede en el Alzheimer avanzado donde los depósitos amiloides acaban por alcanzar las capas más nobles de nuestro cerebro, mucho antes han alcanzado al cerebro subcortical y es por eso que lo primero que se afecta es la capacidad de aprender algo nuevo, una función que se ubica en el hipocampo.

Con el paso del tiempo los recuerdos más remotos que se encuentran en la corteza cerebral son alcanzados por la enfermedad siendo lo último que se pierde, así como la capacidad de reconocer rostros conocidos o familiares.

El hipocampo es la región de nuestro cerebro que se ocupa de las memorias nuevas pero tambien -a través de los circuitos hipocámpico-amigdalinos- de teñir emocionalmente el recuerdo y ahi reside precisamente el problema del TEPT. El hipocampo puede verse metafóricamente como un disco duro que procesa diariamente información en los ensueños.

Es a través de los sueños como el hipocampo se formatea o por utilizar de nuevo la metáfora informática se defragmenta. Lo que sobra o es irrelevante se borra y se reescribe información nueva en los espacios libres. Los sueños son pues auxiliares o subproductos de la fisiología de la memoria y es por eso que el TEPT puede ser considerado una patologia de la memoria, lo que sucede en esta enfermedad es que los contenidos mnésticos del trauma se repiten infructuosamente para ser liquidados o evacuados y se experimentan como algo atemporal, es decir como si estuvieran sucediendo aqui y ahora en una atmósfera de total realismo (como los sueños).

El trasvase de los contenidos traumáticos a la corteza cerebral -a la conciencia- tarda mucho tiempo en producirse en un trauma grave, sin embargo eso es lo que hacemos todas las noches mientras soñamos: equilibrar los sucesos penosos o procesar los pensamientos perturbadores que quedaron sin computar durante la vigilia.

La dificultad para la evacuación de estos contenidos procede precisamente de que se grabaron en el contexto de una enorme tensión emocional (miedo, rabia, desvalimiento, soledad o pena). Son pues ciertas emociones implicadas en el suceso las que disparan la síntesis de proteínas y las que confieren al recuerdo ese penoso tinte repetitivo donde el sueño por sí mismo resulta ineficaz.

Bien pensado tiene su lógica evolutiva: los recuerdos desagradables se fijan con mayor fuerza que los placenteros porque resulta muy adaptativo evitarlos. El fuego quema y nos basta una sola quemadura para aprender la lección, no necesitamos reaprenderla cada dia. Nuestro cerebro recuerda el dolor y ese recuerdo por sí mismo basta para evitar recaer en la prueba de poner una mano en el fuego.

¿Pero que sucedería si desaprendiéramos esta conducta?

Imagínese que descubriéramos un método para evitar que el fuego nos quemara o doliera. Lo que sucedería es que usted aprendería de nuevo siguiendo la misma secuencia y habría una nueva conducta de no evitación del fuego. Imagine que esto es posible ( es un simple ejercicio mental).

Usted sería temerario con el fuego hasta un buen día en que me diría “me he vuelto a quemar” “otra vez el fuego quema”. Sucede porque los contenidos traumáticos de la memoria no son recuerdos convencionales, no se borran, solo pueden extinguirse y es por eso que a veces hablamos de TEPT diferido, el tiempo no cuenta mientras los recuerdos no alcanzan la corteza cerebral, tal y como decía Freud, “el tiempo no existe en el inconsciente”.

Y además ese proceso de extinción no es lineal sino que tiene flujos y reflujos, durante años el fuego no le quemó pero un buen día volvió a quemarse. Y esta oscilación es precisamente la prueba de que el miedo al fuego se está extinguiendo.

El problema en aquellos que sufren un TEPT es que comprensiblemente evitan “poner la mano en el fuego” es decir evitan a toda costa enfrentarse al dolor del recuerdo traumático. Lo he visto muchas veces, niñas que fueron abusadas tienden a no hablar jamás de esos sucesos, el que presenció algún tipo de escena violenta tiende a querer olvidarla, etc. Existe una maniobra cognitiva y consciente de supresión, represión y alejamiento de todo aquello que nos recuerde el evento traumático. Y es por eso que resulta tan difícil abordar a un paciente de este tipo pues existe una evitación a recordar, un miedo enorme a recordar los detalles del trauma y sobre todo un terror a las emociones que se hallan enquistadas en su seno y que muchas veces se manifiesta en un temor irracional a dormir (a soñar).

El problema del paciente que padece un TEPT no es que haya olvidado, simplemente vive de espaldas a su verdad y disimula, lo cierto es que los tratamientos del TEPT consisten en la exposición, es decir en rememorar el recuerdo pues es precisamente la derivación que hacemos de ese material hacia el inconsciente el principal obstáculo para la curación.

Los traumas no se olvidan nunca pero pueden extinguirse sabiendo que reaparecerán aunque en cada aparición irán perdiendo intensidad.

Y una vez que he llegado hasta aquí me gustaría ahora referirme a la memoria traumática como paradigma de comprensión de lo psicosomático.

Todo el mundo tiene una idea aún intuitiva de que significa psicosomático. Es la idea indiscutible de que todo evento psíquico tiene consecuencias somáticas y al revés: que una enfermedad somática tiene consecuencias y traducción psíquica. Pero el tema no está resuelto sólo con nombrar lo evidente. Y no lo está porque carecemos de una teoría psicosomática que explique de forma predictiva y elegante esos enlace psico-somáticos.
No basta con decir que hay relaciones entre ambos tenemos que saber cómo hacen las emociones para penetrar en el hígado o al revés cómo hace una cardiopatía para provocar ansiedad.
Está muy difundida la idea de que determinadas emociones se traducen inmediatamente en un síntoma somático, hay por ahí mucha literatura no científica sobre el asunto, así algunos dicen que la ulcera duodenal es el “mordisco de rabia de la madre” o la rinitis es “el llanto oculto del que nunca lloró”, etc. Naturalmente estas ideas son falsas, no tenemos ni idea de cómo se enlazan las emociones en el cuerpo ni por qué se eligen ciertos órganos y no otros.

Lo que sí que sabemos es que el lenguaje psíquico (el lenguaje de la razón) no sirve para explicitar el sufrimiento de órgano pues se trata de fenómenos distintos y no que pueden ponerse juntos para explicar con palabras que es lo que le sucede a un hígado. Lo somático y lo psíquico pertenecen a planos distintos y uno no puede explicar al otro.

A este respecto suelo decir: lo psicosomático no puede explicarse ni desde lo psíquico ni desde lo somático.

¿Entonces cómo podemos explicar lo somático y lo psíquico?

Sólo podemos explicarlo a través de una categoría, una instancia que los abarcare a ambos puesto que tanto lo somático como lo psíquico coemergen en los organismos vivos y uno no puede explicar al otro, una instancia superior que no puede ser otra sino la conciencia en su vertiente más contemplativa. No me refiero a la conciencia que busca razones para validar sus tesis, no me refiero a modelos explicativos de matiz más o menos psicoanalítico o a explicaciones empíricas como las que más arriba refería sino a esa capacidad de nuestra conciencia de mirar sin juzgar, observar sin entrometerse.

Ese observar sin comprometerse es el tratamiento adecuado tanto para la memoria traumática como para el malestar psicosomático, curiosamente la búsqueda de sentido para estos malestares no sólo no los resuelven sino que suelen derivar en refuerzos.

Este post pertenece a una serie sobre memoria traumática y se basa en ideas (brain storming) vertidas por Agustin Morales, Juan Rojo.

 

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