Gracias por haber abierto el manantial del tesoro
Por haber dado el permiso al placer y salir como un tsunamiEl rompía su ropa con la fuerza varonil, ella disfrutaba en sedas y jazmín
Jugaban en la mesa, en suelo, en el sofa pero sobre todo en el espejo.
Hipnotizados por las miradas excitadas, las mordidas desenfadadas
Se entregaban en libertad, en plenitud, en lo más alto y así empezaba a
derramarse
Las gotas de platino mezcladas con diamantes divinos.
Sus brazos fuertes la agarraban por sus caderas pudientes
Mientras sus voluminosos pechos rozaban su piel excitada
Preparándola para el oleaje que se adentraba, llegó como una explosión,
Fue una bendición divina espiritual, juntos llegaron al altar
Casi no podían respirar, se ahogaban en el placer de querer siempre
volverse a ver...
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