viernes, 15 de abril de 2016

SIMONE DE BEAUVOIR

La identidad femenina en el imaginario colectivo se asocia con un conjunto de características opuestas a las del sexo masculino, adjetivos como delicada, sumisa y sensible han descrito a lo largo de la historia al ideal de un género condenado a la exclusión desde que la religión acusó a Eva de conducir a Adán al pecado, despertando una herencia cultural de opresión que impuso los roles de esposa y madre como sinónimos de ser mujer, con la condena de dedicarse exclusivamente a las labores domésticas y con la obligación de contraer matrimonio, mientras los “señores de la casa” llevaban los ingresos a sus hogares.

Fue hasta el período de las Guerras Mundiales cuando, con la partida de los hombres al frente de batalla, las mujeres ocuparon un papel fundamental en la industria y adoptaron labores que eran consideradas exclusivas de los varones. Con el paso de los años germinó la semilla que los ideales feministas de la década de los 70 sembraron para buscar una salida a la represión histórica de la sociedad patriarcal que estaba a punto de caducar.

El feminismo manifestaba una filosofía de equidad de género con el fin de visibilizar a las mujeres como seres capaces de desempeñar las mismas actividades que los hombres, con el potencial de ser independientes económicamente y con el derecho a elegir  una vida sin esposo o  sin hijos, sin que eso sea un factor determinante para la felicidad.


En este contexto, Simone de Beauvoir  fue una de las privilegiadas por haber tenido acceso a la educación y poseer la cualidad de ir más allá de lo evidente, lo que le permitió darse cuenta de la segregación de su género en pleno siglo XX, por lo que se inspiró para realizar una labor de investigación sobre el papel de la mujer a lo largo de la historia; esto lo recopiló junto, con anécdotas de su propia experiencia, en su obra de 1949:  “El segundo sexo” , un libro que cambió la manera de entender el mundo femenino y el valor de la mujer.

Fue una atea crítica pero fiel creyente de la filosofía quien, consumida por su espíritu existencialista se expresó a favor del control de la natalidad y el aborto legal siempre en defensa de la libertad humana para gobernar su propio cuerpo. Reclamaba el derecho de cuestionar su propia naturaleza e indagaba sobre  el porqué poseer órganos sexuales femeninos la condenaba a desempeñar el papel preconcebido de la “mujer perfecta”.

El trabajo de
Simone de Beauvoir denunció la opresión religiosa y política que existía sobre la sexualidad femenina y los vínculos afectivos dominados por el machismo. Predicaba el amor libre y su relación con Jean Paul Sartre se nutrió al reconocerse como individuos con una vida en común, unidos por un amor que no aspira poseer al otro sino que permite que ambos gocen juntos de su libertad. 



Personajes así revolucionan irrevocablemente la historia a su paso, ella es una de las principales responsables de que en la actualidad hayamos dejado atrás la etiqueta del “sexo débil” y la sociedad nos considere capaces de alcanzar el éxito sin depender del sexo opuesto. Más allá del paradigma feminista la lección que Simone de Beauvoir inmortalizó en sus letras expresa que somos seres humanos libres y que entre mujeres gozamos de la posibilidad de ser diferentes porque somos inclasificables. No somos el género dominante, pero tampoco el complemento de un hombre. Cada mujer tiene un valor único por ser un universo completo y no un fragmento de nadie.

 Frases para inspirarnos a vivir bajo nuestras propias reglas con la seguridad de que ser mujer es mucho más que un estereotipo, es una identidad que cada una construye a lo largo de su camino, reclamando la libertad de tomar nuestras decisiones y ser las únicas dueñas de nuestro cuerpo.
“Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino”.
“Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”.
 
“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”.
 
“En cierto sentido, el misterio de la encarnación se repite en cada mujer; todo niño que nace es un dios que se hace hombre”.
“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”.
 
“Sólo después de que las mujeres empiezan a sentirse en esta tierra como en su casa, se ve aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Ellas demuestran deslumbrantemente que no es la inferioridad de las mujeres lo que ha determinado su insignificancia”.
 
“El cuerpo no es una cosa, es una situación: es nuestra comprensión del mundo y el boceto de nuestro proyecto”.
 
“Soy demasiado inteligente, demasiado exigente y demasiado ingeniosa como para que alguien pueda encargarse de mí completamente. Nadie me conoce o me ama totalmente. Sólo me tengo a mí misma”.
 
“Nadie es más arrogante hacia las mujeres, más agresivo o desdeñoso, que el hombre que se siente ansioso respecto a su virilidad”.
 
“Vive de tal modo que nada de lo que hagas deba merecer el reproche o la condena de quienes te rodean”.

 

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