El amor es libertad, es soltar, es confiar, es saber que “yo conmigo” y “tú
contigo”, pero también hay un “nosotros con el mundo”, y ese nosotros necesita
fuerza, necesita ser, necesita seguridad, necesita motivación, necesita de los
dos. Y no hablo de detalles, ni de flores, ni de un perfume, hablo de
comprensión, de empatía, de aceptación, de presencia y sanación.
El amor a veces llega en forma de atardecer y puedes sentir una conexión
completa con tu presente, con tu vida y con tu ser. Otras veces llega en forma
de sonrisas y te contagias, te dan ganas de reír a carcajadas y por unos
largos minutos sientes que todo está bien. El amor llega también en forma de
persona, y ésta es la parte más difícil, es un aprendizaje constantemente,
sin receso y con todos tus miedos tratando de sabotearte.
Es que estoy aprendiendo a amar, me
dijeron el otro día, estás aprendiendo a amarte. Y ahí está otra vez el truco,
amarse. Si me amo, te amo, si me amo, sé lo que merezco, si me amo, sé poner
límites sin culpas, sí me amo, acepto que un desencuentro no es más que el
Universo diciendo: Uno siempre se puede equivocar, pero por favor no dejes de
amar.
Ama a la vida, ama tu vida. Ama el
sol, ama la luna, las montañas, las estrellas, ama el vaivén de destinos que
creamos sin notarlo. Ama la sincronía de dos almas que sin pensarlo se
encontraron.
Ama tus días, sólo por hoy, sólo
ahora.
Podría hablarte de libertad, pero ésta no se expresa, se siente.
Podría hablarte de ligereza, pero algo tan liviano como el viento sólo se
vive caminando.
Podría hablarte de gratitud, pero no puedo entrar en tu cabeza y obligarte
a ver la vida como una serie de consecuencias necesarias para un aprendizaje
y evolución.
Puedo hablarte de amor, pero este hermoso sentimiento se experimenta
de la mano de la valentía, y no todos somos tan valientes.
El amor es un reflejo de tu parte inconclusa, de tus lados más oscuros, de
las inseguridades y esas manías no tan agradables. El amor nos lleva al cielo
tan fácil como nos regresa al suelo. El amor es libre y puro, pero cuando hay
dudas, cuando hay miedos, es tormentoso. El amor es primavera, verano, otoño e
invierno, a veces sólo por una temporada, otras veces para toda la vida.
Es confiar no en el otro, pero mucho más en ti. Es pedir respeto, es
respetarte, es amarte incondicionalmente para saber elegir sabiamente una
compañía que vaya a la par, no que llene expectativas, sino que camine contigo.
El amor a veces duele, también, y no por que se termine, duele cuando dudas
de ti, duele cuando dices que sí sabiendo que quizás querías decir no.
Duele cuando sientes miedo, cuando en un domingo de lluvia te cuestionas si
realmente lo mereces. Obvio lo mereces.
Duelen las ganas de querer ser cada letra del amor y sentir sin compasión
todos aquellos momentos que te rompieron.
Para mi forma de ver el amor, nos
hace libres, nos lleva alto, nos reconecta con lo más profundo de nosotros. El
amor nos comprende, nos acompaña, nos complementa, más no nos completa; el amor
nos da fuerza, autenticidad, risas; el amor nos vuelve niños, a veces un tanto
caprichosos, otras curiosos, otras divertidos.
El amor también nos vuelve frágiles.
Digo que el amor es confusión, uno
entra en dilemas y a veces hasta te desconoces. Pero también si se sabe elegir,
si te entregas al sentir, si aceptas la fragilidad de un alma que es libre de
volar, entonces sucede la magia: Sonrisas, besos, caricias, compañía, caminar a
la par sin juzgar, juegos de manos, de dedos, hacer el amor, amante, amigos,
cómplices, verdaderos cómplices, de esos que van hacia el mismo lugar, de esos
que saben cómo juntos volar.
Sube, baja, avanza, retrocede, entrega, juega, disfruta.
Somos energía pura y hermosa. Nunca dejes de AMAR
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