Besar es uno de mis verbos favoritos, besar es delicioso
y provoca cosas que ni siquiera imaginamos. No hay palabras para
expresar esas maravillosas sensaciones que uno siente al besar.
Es la gran bendición sentir los labios de ese alguien a
quien amamos, como si eso fuera un gran punto a su favor que borrara otros
detalles imperfectos en su persona y lograra la paz mundial.
Un poco de lengua es hermoso, un movimiento sensual es
halagador, pero no necesitamos una fiesta en la boca cada vez que se da un
beso.
Sutil, simple y elegante deben ser nuestras palabras
clave al momento de besar.
Os invito a que os animéis a besar a la persona amada, a
esa que os hace sentir mariposas en la barriga, a aquella maravillosa persona
que merece ser besada/o.
Aquí comparto con vosotros un artículo que hoy he leído
sobre el BESO
La palabra
“romántico” es clave, y hay que distinguirla de “sexo”, “amor” y “cortejo”. El
sexo es, huelga decirlo, el deseo de apareamiento presente en todos los
animales.
Los besos no están
necesariamente vinculados al sexo, a menos que se usen como preliminares. El
amor es… El amor es el amor (por ponernos poéticos). No existe ninguna cultura
en el planeta que no tenga un concepto sobre lo que es el amor. Se presenta de
muchas formas y aspectos, pero todo el mundo la reconoce instintivamente como
amor.
Algunos filósofos,
como Platón, escribieron tratados sobre el amor, y pueden encontrarse obras
similares a lo largo y ancho de todo el mundo antiguo. El amor y el sexo suelen
aparecer entrelazados en obras como el Kamasutra indio, un manual
práctico sobre el arte de hacer el amor. El beso en los labios se presenta en
el Kamasutra como una parte de ese arte, porque los labios se ven como
órganos erógenos sensibles.
El
cortejo puede incluir o no incluir amor, e incluso sexo. Es una práctica
prenupcial, que adopta numerosas formas rituales, dictadas por tradiciones
específicas diseñadas para garantizar el matrimonio, normalmente como un
acuerdo entre familias. Sin duda el amor no es un requisito para el cortejo, y
el beso rara vez ha desempeñado un papel en este. Hasta hace poco, claro.
Así las
cosas, ¿dónde encaja el beso? El beso en los labios “romántico” (no “sexual”)
es una invención que viene, con toda probabilidad, de las tradiciones
medievales de amor cortés. Está impregnado de amor “verdadero” (que no
“acordado”); es una acción subversiva contra el cortejo pactado y el amor
aburrido. Incluso hoy, la traición o la infidelidad comienzan con un beso.
Seguido del sexo, por supuesto.
Pero ambos no pueden invertirse: nunca el sexo
ante El origen del beso podría estar en una declaración de libertad ante las
prácticas nupciales y amorosas anquilosadas. ¿Hay pruebas? No directas, claro,
pero sí hay montones de anécdotas que lo demuestran.
Las primeras
historias donde aparece el beso romántico, que suelen representar a unos
amantes desdichados que rompen las restricciones de la sociedad, son los
relatos, leyendas y canciones de trovadores medievales, basadas en la
caballerosidad y el amor cortés.
Un ejemplo clásico es la
historia de la aventura amorosa, en el siglo XIII, de Paolo y Francesca,
inmortalizados por el poeta Dante en el quinto canto de su Infierno. Se
trata de Francesca de Rímini,
cuya mano se concede en matrimonio a Giovanni Malatesta (también conocido como
Gianciotto) para consolidar la paz entre dos familias enfrentadas. El padre de
la joven sabía que su hija rechazaría al feo y deforme Gianciotto, con lo que
pide al hermano menor de este, Paolo, que rescate a Francesca.
La joven se
enamora al instante del apuesto Paolo, y ambos se besan apasionadamente, una
imagen que luego influiría en muchas obras de arte, entre ellas la impresionante escultura El beso,
de Rodin. Al saber que Gianciotto, y no Paolo, será su marido,
Francesca monta en cólera: no pueden privarla de su amor por Paolo. Según
Dante, el amor surge después de que los dos amantes lean la historia de Lancelot y Ginebra.
El final trágico llega
cuando el celoso Gianciotto, florete en mano, se dispone a matar a Paolo, y
Francesca se interpone entre los dos hermanos. La espalda la atraviesa y acaba
con su vida. Entonces Gianciotto, totalmente fuera de sí, pues amaba a Francesca
más que a su propia vida, mata a su hermano. Entierran a los dos amantes en la
misma tumba, lo que simboliza su unión más allá de la vida mortal.
La
historia de amor de Paolo y Francesca es potente y, al mismo tiempo, de una
tristeza abrumadora. Trata del amor “romántico”, sellado con un beso, que
trasciende la vida y la muerte, a pesar de que la sociedad ve su acción como un
pecado. Como Julieta le dice a Romeo en la versión
shakespeariana de esa tragedia medieval: “Ahora tienen mis labios el
pecado que han tomado de los tuyos”. A lo que Romeo responde: “¿El pecado de
mis labios? ¡Dulce reproche! Devuélvemelo”. Desde el principio, el beso y el
“amor desdichado” van de la mano. Acaso esa sea la única posibilidad para el
amor verdadero: quizá pecaminoso, como dice Julieta, pero irresistible.
Hoy en
día encontramos este mensaje implícito en todas las historias de la cultura de
masas, desde las películas hasta las novelas superventas. El poder del beso
furtivo para cambiar la vida de la gente nos empuja inexorablemente a besar.
En la
literatura de amor cortés, las mujeres aparecen retratadas como seres
“angélicos”, no meros objetos sexuales. El beso se concebía como un camino
hacia el amor espiritual, no un preludio del sexo. La idea de la mujer como
ángel ha perdurado, y puede verse en canciones populares como Pretty Little Angel Eyes (1961), de Curtis Lee, y Next Door to an Angel (1962), de Neil Sedaka. Sus letras
resuenan con las metáforas celestiales de los poemas y los cantos medievales.
Por supuesto, en algunos de los retratos líricos la metáfora del ángel se
yuxtapone con la de demonio, como en The Devil in Disguise (1963), de Elvis Presley.
Resulta
sorprendente pensar que el beso podría haber surgido al mismo tiempo como un
acto de amor y de desafío contra las costumbres anquilosadas del cortejo, tal y
como insinúa la historia de Paolo y Francesca. Desde esa época, besar se ha convertido en la acción
romántica por excelencia. ¿Hay algo más romántico que dos personas
abrazándose, mirándose a los ojos y, como colofón de ese momento romántico,
besándose en los labios? En ese instante, el beso transporta a los amantes a otro
nivel de la existencia, muy por encima de lo mundano.
Solo
cuando el romance concluye, el poder del beso se desvanece. Como vivimos en una
aldea global, el beso se ha extendido por todo el mundo, haciéndose un hueco en
tradiciones y tipos de cortejo por doquier.
El beso
sigue siendo una acción de amor subversiva, y tiene un gran significado, pues
provoca una compleja serie de reacciones químicas que potencian los
sentimientos románticos y hacen que los actos físicos, como las relaciones
sexuales, sean mucho más significativos e íntimos.
El beso
es, en pocas palabras, un “elixir” embriagador.
A fin de
cuentas, el romance es un ideal, una parte de la forma en que fantaseamos sobre
el mundo.
Todos
desean vivir una gran historia de amor, aunque puede que nunca llegue.
El beso
concierne a lo ideal, no a lo real. Durante unos instantes, suspende la
realidad y el mundo se vuelve perfecto. Cuando funciona, hace añicos lo
cotidiano, nos olvidamos de las banalidades que constituyen el día a día.
Celebrémoslo siempre y confiemos en que nunca desaparezca.
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