Melissa McCarthy tiene
una razón para ser cazafantasmas mucho más profunda e interesante de lo que
imaginamos; sí, es una mujer hilarante, tremendamente cómica y que ha aceptado
esta nueva lectura de la fantástica película de los años 80 “Ghostbusters” (1984, Ivan
Reitman) para divertir al público del mundo, pero el que sea una mujer que se
dedica profesionalmente a lo paranormal es reflejo, por lo menos, de dos cosas:
que el cambio de un protagonismo masculino a uno femenino es síntoma de lo
importante que resulta una mirada más diversa hacia lo gracioso y a la vez de
heroico, así como un retrato de algo que no se aleja de la realidad en cuanto a
la preocupacion humana: las presencias no humanas en el mundo.
En ese punto, podemos
rastrear a ese grupo que inspiró el nacimiento de una película pop y una serie
animada completamente asombrosa: The Ghost Club. Algo así como un “The League
of Extraordinary Gentlemen”, pero real; si recordamos un poco el cómic –que
después inspiró una peli–, podemos pensar en un equipo conformado por
sujetos clave para el mundo sobrenatural de la literatura que se perfila a
salvaguardar los intereses del Imperio Británico a finales del siglo XIX. Algo
así fue el mencionado grupo de investigadores en la vida real, pero sustituyendo
a Mina Harker, Moriarty, Dr. Jekyll y demás por personalidades suculentas del
universo intelectual.
De hecho, en esa
asociación increíble que se basó en creencias fieles al espiritismo, que se
llevó a cabo desde 1862 en la Inglaterra de las brillantes y jóvenes promesas
europeas, participaron individuos de bastante renombre a pesar de su
cuestionamiento y puesta en duda.
Bastantes estudiantes que se dedicaban al
periodismo y pasaban sus horas de intelectualismo en el Trinity College de la
Universidad de Cambridge también gustaban de la discusión paranormal y el
fenómeno fantasmagórico, así que inauguraron un club de indagaciones extrañas.
“En dicho contexto victoriano, el club se dedicaba a la psicografía, acto
de escribir mediante un experto los mensajes pronunciados por un fantasma
durante una sesión espiritista, y la criptomnesia, un acto que reclamaba
recuerdos ocultos tanto en la mente humana como en las vidas pasadas”.
En el equipo original se puede ubicar, entonces, en
medio de todas esos nombres de relevancia, a Charles Dickens; se cuenta que él
en ocasiones era bastante escéptico, pero eso no impedía que pudiera hacer
suposiciones que involucraran escenarios de lo raro o lo monstruoso en la vida
cotidiana. En efecto, estaba obsesionado con lo paranormal, sólo que era muy
cuidadoso al emitir juicios o especular casos en especifico; Dickens era capaz
de analizar un suceso por ambas vías para no quedar como un torpe creyente o
fanático.
A manera de un “Misterio a la Orden”, la compañía
de investigación que lideraban Fred, Shaggy y Scooby-Doo, The Ghost Club
inspeccionaba detalladamente escenas terroríficas o fuera de lo común para
descartar razones mundanas en primer lugar y después volver la mirada hacia las
explicaciones rebuscadas, propias de otras dimensiones o planos espirituales.
En la mencionada era, la presencia e
intervención de los médiums fue un boom, al igual que las conexiones psíquicas y las
fotografías que capturaban la esencia de un ser sobrenatural; en dicho contexto
victoriano, el club se dedicaba a la psicografía, acto de escribir mediante un
experto los mensajes pronunciados por un fantasma durante una sesión
espiritista, y la criptomnesia, un acto que reclamaba recuerdos ocultos tanto
en la mente humana como en las vidas pasadas.
Otra de sus funciones más solicitadas
era conectar con presencias acechantes, ayudarlas a cruzar el camino de la
vida a la muerte y proponer mejores convivencias en el mundo de los vivos.
Aunque sea risorio o parezca una estupidez, lo cierto es que el grupo siempre
combatía a charlatanes o a falsos psíquicos durante sus trabajos y ello
resultaba efectivo.
Puede creerse o no en sus actividades, pero efectivamente,
desencubrían a impostores y lograban tranquilizar a las personas que los
contactaban.
Así como a un servicio de fumigación, se podía llamar a The Ghost
Club para ponerle fin a problemas de lo fantasmal.
Incluso uno de los que fueron auxiliados por el
equipo profesional fue Arthur Conan Doyle, quien después formó parte de éste
también. El escocés se sumergió en una depresión muy grande al padecer la
muerte de su hijo, hermano, cuñados, sobrinos y demás familiares, encontrando
alivio al poder contactarlos gracias a la ayuda de The
Ghost Club.
Al morir Dickens y rotar un poco a los directivos de la asociación, las
líneas de investigación cambiaron un poco, dejaron de enfocarse en encuentros
con el más allá y comenzaron a discutir y comprobar teorías fuera de serie en
la Europa creyente. Comenzaron desmitificaciones, desacreditaciones a
fotografías que clamaban ser de criaturas fantásticas, análisis de ectoplasma
(sustancia esencial de un espíritu, según la gente que se dedica a esto) y
otras maneras de investigar lo espectral.
La idea original de un equipo así se perfila más avanzada de lo que
creemos; consistió y de hecho se sigue
perfilando como un estudio minucioso de lo que extraña al hombre cotidiano,
combatirlo por todos los medios posibles y no casarse con una sola idea –sea
una esotérica o una totalmente empírica–.
Para asombro de muchos, nuestro
querido Dickens perteneció a esas
personas que iniciaron esta práctica experta de lo escabroso y sobrehumano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario